En este artículo quiero contarte y compartir contigo una experiencia PERSONAL, sobre el día en el que vi a un feto por primera vez.
No es que mi postura PROVIDA se deba únicamente a mis creencias religiosas, sino que he tenido la oportunidad de tener experiencias personales en las que ésta postura se ha afianzado mucho más por el tema HUMANO.
Durante 12 años de mi vida estuve trabajando en el Hospital Marqués de Valdecilla como Auxiliar de Enfermería. A lo largo de esos años pasé por varios Servicios de Hospitalización, aunque el segundo y tercer año pasé mi contrato de verano en el Laboratorio de Anatomía Patológica. El segundo de ellos pasaba mucho tiempo en el «cuarto de tallar», en el que los patólogos preparaban las «muestras» que llegaban. Nosotras los ayudábamos.
Al principio y por encima del olor a formol, me impresionaba muchísimo ver todos aquellos «trozos humanos», me preguntaba cuánto dolor habrían soportado sus dueños, durante cuánto tiempo, qué les habría llevado a verse despojados de parte de sus órganos, cómo sería su vida a partir de ahora…. Algunos Patólogos me prohibían que mirase la edad de los pacientes porque se me iba la vida haciéndome todas esas preguntas, y además, les volvía locos a ellos…
Al cabo de algunas semanas y dado que ya era mi segundo verano allí, podía decirse que llevaba bastante bien el tener delante un intestino, parte de un pulmón, un ovario, y hacía muchas preguntas sobre lo que tenían de particular, por ejemplo, en el caso de tumores me tenía fascinada ver cómo eran y en general, estaba disfrutando de esa oportunidad de contemplar el cuerpo humano de aquella manera, de aprender, de descubrir; Me gustaba estar allí, a pesar de estar a medio camino entre la fascinación y la impresión.
La tónica general era que yo le pasaba al Patólogo el frasco con la muestra, él lo sacaba y lo depositaba sobre una tabla y después, procedía a su observación y preparación con el fin de obtener muestras más pequeñas para un estudio más detallado, mediante pruebas y procedimientos que realizaban después los técnicos.
Normalmente antes de que se sacara la muestra me había dado tiempo de leer lo que era, pero en aquella ocasión no lo leí, y me pilló por sorpresa. Cuando vi al Patólogo sacar de aquel bote opaco el cuerpo pequeñito de un bebé muerto y ponerlo sobre la tabla, sin inmutarse siquiera ante aquello, me dio un ataque de nervios allí mismo. Fue una imagen horrible para mí, más cuando a continuación, él agarró un bisturí con una mano y con la otra al bebé.
Ten en cuenta que este lapso duró apenas unos segundos. Pero cuando le vi acercar el bisturí al bebé, empecé a llorar y le pedí que no le tocara. ¡¡Es un niño!! – Decía yo – ¡¡Por Dios, es un niño!! Después empecé a temblar, y no podía dejar de llorar. No entendía la frialdad de aquel buen hombre ante la visión de un bebé muerto sobre su mesa de trabajo. No entendía nada… ¿Acaso aquello le parecía normal? ¡Porque a mi no!! El médico me llevó a la sala del café y amablemente me «obligó» a tomarme una tila, y con suma paciencia esperó a que se me pasara el primer impacto.
Después me dijo que haríamos lo siguiente:
Trataríamos al bebé con mucho cuidado, e iríamos viendo qué le pasaba para haber muerto en el vientre de su madre, ¡porque algo le había pasado!, y aunque su aspecto era normal, algo le había impedido seguir viviendo, y teníamos que averiguar qué había sido.
Para que te hagas una idea de cómo era aquel pequeño, más o menos tenía el aspecto como el de esta foto:
Al volver lo miré con una mayor serenidad; mediría unos 15 cm desde la cabeza hasta el sacro, tenía las uñas de los deditos, los ojines cerrados, unas pequeñísimas pestañas, la boquita… ¡A mí me parecía PERFECTO!! Y allí estaba, tan solo… Mi instinto me llevaba a desear tomarlo en brazos y darle un poco de calor, pero era imposible hacerlo y aquello me producía muchísima pena. ¡Era un bebé tan bonito! Con una carita preciosa. Parecía estar solamente dormido. Le pregunté al patólogo por qué estaba el niño en Anatomía Patológica y no en Autopsias, y su respuesta aún me horrorizó más que el hecho de tener a aquel pequeño delante de mí:
«No llegaba al tiempo de gestación como para ser considerado «ser humano» y se le trataría como si fuera un desecho del cuerpo de la madre, ya que por algún motivo no habría podido llevarlo a término y el mismo cuerpo materno se habría desecho de él«
Aquello era indignate, ¿¿Un desecho?? ¿¿Cómo que un DESECHO??
¿¿Cómo alguien podría NO considerar SER HUMANO a un BEBÉ??
Hoy en día esta afirmación no nos sorprendería, máxime cuando es la misma ONU la que ha retirado al No Nacido el Derecho a la Vida (puedes leer sobre esto AQUÍ), pero en aquel entonces escuchar algo así y al menos para mí, era cuanto menos, ABERRANTE.
Así se lo comenté al buen hombre que tenía por compañero de trabajo esa mañana, y él me dijo: «Ya que no podemos hacer nada para cambiar eso, lo que SÍ podemos hacer es tratarlo con el mayor respeto y averiguar qué le pasó, de manera que su madre pueda comprender las causas de ésta dolorosa pérdida«.
Este enfoque HUMANO del Patólogo me tranquilizó. Las lágrimas seguían saliendo de mis ojos y me era imposible detenerlas. Estaba realmente sobrecogida.
Lo que encontramos en él:
Vimos que sus pulmones eran completamente blancos y él me explicó que eso era porque aún no había respirado nunca; sus intestinos (causa probable de su fallecimiento) estaban enrollados formando una auténtica maraña, estrangulándose en algunos tramos; Luego vimos que sus orejinas estaban más atrás de lo que correspondería a una posición normal, y al pasar el bisturí sobre la piel del cráneo, ésta se replegó como si fuera papel cebolla. Me dijo que seguramente tuviera líquido en el cerebro.
Sí, vimos varias cosas que le habían impedido seguir viviendo. Y supongo que para aquel profesional, tener a un bebé muerto sobre su mesa, sería algo habitual en mayor o menor medida. También supongo que de no haber estado yo allí y haberme dado un ataque de nervios como el que me dio, ese pobre niño hubiera sido tratado con una mayor frialdad, así que encontré un cierto consuelo en pensar que, al menos, en nuestra presencia había encontrado un poco de humanidad y de respeto.
Para terminar, decirte que su madre únicamente recibiría una explicación de lo que habíamos encontrado para entender la muerte de su bebé, pero NO iba a recibir el cuerpo de su HIJO por no ser considerado «ser humano».
No podría despedirse de él ni hacer lo que toda la mañana me hubiera gustado hacer a mí, ¡¡que no era su madre!!: tomarle en brazos. SU MADRE NO podría ver su cara, ni acariciar sus manos. Ni darle un beso de despedida. No podría enterrarlo.
¡¡Sería tirado a la basura!! En el mejor de los casos, guardado en un frasco con formol para estudios posteriores, si es que alguien consideraba que su caso resultaba de interés para ello.
Todo bebé debería tener DERECHO a una despedida….
Toda Madre debería tener DERECHO a despedir a sus HIJOS….
Y TODOS deberíamos tener presente que, por pequeños que sean, son HIJOS de alguien y ese alguien, los AMA
Sé que el relato resulta algo triste, aunque muestra con claridad cómo cuando para algunos, al feto se trata como un mero desecho, otros vemos lo que en realidad es: un niño por nacer.
Espero que mi experiencia te sirva y si es así, compártela como yo he hecho también
Recibe un fuerte abrazo